Carlos Calderón
Carlos y Silvia viven en las afueras de la ciudad de Quetzaltenango con sus tres hijos. Carlos trabaja en una imprenta y Silvia vende ropa en el mercado. Su casa tiene cuatro ambientes. Hay dos dormitorios separados por una ventana para que Silvia y Carlos puedan cuidar a los niños. Sus hijos mayores, Styven, de 10 años, y Rocío, de 7, van a la escuela y Stefanie, de dos meses de edad, permanece con su madre en el trabajo o en la casa.
Esto no siempre ha sido así. Durante casi diez años, debido a cuestiones económicas, Carlos y Silvia vivieron separados: él con su madre y su hermana, y ella en la casa de su padre con los niños. Con el pasar del tiempo fue creciendo el malestar por esta situación; después de todo, ellos eran una familia y debían estar juntos. En el 2012, con un bebé en camino y casi una década de vivir en hogares diferentes, Carlos y Silvia decidieron que era necesario cambiar. “Antes nosotros simplemente no pensamos que [construir un hogar] fuera posible”, dice Carlos. Ahora la pregunta era: ¿Cómo hacerlo?
El «boca en boca» es una de las mejores formas de publicidad de Hábitat para la Humanidad Guatemala, y en este caso fue eso precisamente lo que ocurrió: el hermano de Carlos se enteró de la organización por un compañero de trabajo que tiene una casa Hábitat y les recomendó que fueran a la oficina local. Para cumplir con los requisitos, la madre de Carlos les dio un terreno y en menos de seis semanas estaban listos para empezar la construcción. “Todo fue tan rápido”, recuerda Silvia.
Construir la casa solo tomó 28 días. El proceso se agilizó gracias al apoyo de un grupo de voluntaries de Habitat for Humanity de Denver, Colorado. «Ellos ayudaron a nivelar el terreno y a mover los materiales hasta el sitio», explica el padre de Silvia impresionado. Con una sonrisa, agrega: «Nos ahorraron mucho tiempo de construcción… si no, ¡todavía estaríamos construyendo!»